Conversaciones vivificantes
Como cristianos
es natural que querramos compartir las buenas noticias de Jesús. El Espíritu
Santo que nos ha sido dado (Efesios 4:30) nos invita ha hacerlo no solamente
por obediencia al Señor, sino también por amor a los perdidos. Cuando el
apóstol Pablo dijo: Pues si anuncio el
evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay
de mí si no anunciare el evangelio! (1 Corintios 9:16 RVR60) es natural que
usted esté impaciente por recibir o conocer de oportunidades que sean dirigidas
por el Espíritu, y que se manifiestan ocasionalmente en su vida.
Bueno, ¡tengo
buenas noticias para usted! Desde que el Espíritu Santo vive en usted, estas
oportunidades del Espíritu podrían llegar desde su interior también. Como lo
razonó Pablo: Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en
la plaza cada día con los que concurrían. (Hechos 17:17 RVR60) se puede decir
que es tanto espiritual como bíblico tomar la iniciativa para compartir las buenas noticias de
salvación a los perdidos.
¿BUENAS NOTICIAS?
Sin embargo, si
el Evangelio dice "buenas noticias" entonces ¿por qué suele ser
intimidatorio compartirlas? La verdad es que las buenas noticias de salvación a
través de la fe en Jesucristo no tienen sentido sin las malas noticias a las
que estamos condenados sin Él, y ¿quién quiere compartir malas noticias? Puede
ser entonces tentador dejar de lado las malas noticias y solamente compartir
las buenas, pero ello presenta un entendimiento distorsionado del Evangelio que
puede tener consecuencias peligrosas.
Jesús describe
perfectamente ese problema en Mateo 7:6 "No deis lo santo a los perros, ni
echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se
vuelvan y os despedacen. (S. Mateo 7:6 RVR60) Nuestra preciosa y sagrada Perla
de Gran Precio no es otra que Cristo crucificado y, por supuesto, usted y yo
odiamos ver al mundo atrapado bajo sus propios ideales, sin apreciar quién es
Él y que es lo que ha hecho a favor de la gente. ¿Por qué el mundo no aprecia
al Salvador? Es realmente simple, no lo aprecian porque no saben que necesitan
un Salvador. Muchos de los que dicen "acepto a Jesús" frecuentemente
sienten que le hacen un favor a Él.
Después de
cientos de conversaciones con la gente en el mercado, he visto que la mayoría
de de las personas -incluyendo a la gente de la iglesia- creen que si existe el
cielo, son lo suficientemente buenos para estar ahí. Y ¿quién se atreve a
contradecirlos? Durante el pasado siglo, el enfoque de las predicaciones y del
evangelismo estaba centrado en "las buenas noticias" de la cruz y de
la salvación, poniendo poco interés tanto en las "malas noticias"
causadas por nuestro pecado como en el juicio y castigo en el infierno. Ya que
la santidad de Dios y el pecado y rebelión contra Él son trivializados, el
infierno se ve como un castigo irracional del que pocos necesitan preocuparse.
Para muchos, Jesús ha llegado a ser un accesorio opcional, una oportunidad para
realzar la vida más que nuestra única esperanza de salvación.
Sin embargo,
Jesús dijo: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y
espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por
ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y
pocos son los que la hallan. (S. Mateo 7:13, 14 RVR60). De hecho aunque Jesús
predicó más acerca del infierno que de cielo, las advertencias acerca del justo
castigo por nuestro pecado pasó de moda durante el pasado siglo. En ocasiones
el predicador que habla de fuego y azufre utiliza la amenaza del infierno como
una herramienta manipuladora, frecuentemente por intereses personales, pero
falla en poder convencer a sus oyentes de que nuestro amoroso Dios también ama
la justicia y que por lo tanto castigará a los pecadores no arrepentidos.
"De
acuerdo, déjeme ver si lo entiendo. ¿Necesito decirle a la gente que es pecadora
y que será castigada en el infierno? Debe estar bromeando" ¿Mi respuesta? No, no estoy
bromeando, y sí, necesita decir la verdad acerca del pecado y del infierno.
Pero lo puede hacer sin la actitud de juicio, en forma tal que le muestre que el
infierno es un castigo razonable. En lugar de señalar con los dedos, puede
formular unas cuantas preguntas sencillas para ayudar a las personas a entender
cuál es su posición ante Dios y las consecuencias que implica su respuesta.
Deje que las personas juzguen por ellos mismos, pero asegúrese que sea bajo los
principios de Dios y no los del mundo. Esto será más fácil de lo que piense
porque todos tenemos grabada la ley de Dios en nuestros corazones, conocemos el
bien y el mal. Puedo confesarle cómo muchas personas, desconocidas para mí unos
minutos antes de formularles cualquier pregunta, confiesan ser mentirosos,
blasfemos, adúlteros y asesinos en su corazón. ¿Cómo? Haciéndolo cómo Jesús lo
hizo.
¿QUÉ HIZO JESÚS?
¿Es usted una buena persona? El joven rico que se acercó a Jesús dijo
que lo era. Preguntó a Jesús como podría heredar la vida eterna, esperando
alabanza y elogio. En vez de eso, Jesús le dio la ley: Los mandamientos
sabes: No adulteres, no mates. no hurtes, no digas falso testimonio, no
defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. (Marcos 10:17-27). Este joven
declaró orgullosamente que todo eso había guardado, entonces Jesús llegó al
corazón de este hombre pecador: su riqueza era más importante para él que Dios,
violando así el primero y segundo mandamientos. Jesús pudo haber dicho “todos
pecaron” (Romanos 3:23) pero entonces este hombre se habría refugiado solamente
en números. En vez de eso, Jesús le confrontó con su pecado, procurando que él
mismo se viera en su interior como era verdaderamente ante un Dios santo: un
delincuente que merece la ira de Dios. Pero, ¿cómo reaccionó este hombre?
Enmudeció por la ley, como lo dice Pablo: Pero sabemos que todo lo que la
ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y
todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19). ¿Qué hace la
gente cuando sus excusas y su auto justificación es silenciada por la ley?
Algunos se van, como lo hizo el joven rico, pero la mayoría se queda y sigue
escuchando. Tienen la esperanza de que hay más en la historia. Escucharon las
malas noticias pero ahora quieren escuchar las buenas. Se debe hacer uso de la
ley para el fin al cual fue establecida: “De manera que la ley ha sido
nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la
fe” (Gálatas 3:24).
Me ha sorprendido
saber cuántas personas están dispuestas a confesar sus creencias a un extraño
cuando se le formulan buenas preguntas. Ello puede conducir a conversaciones
interesantes con personas, en el andar de la vida, que tengan diferentes
creencias sin que haya necesidad de juzgarlas o señalarlas con los dedos. ¿Por
qué? En parte porque sé que estoy ganando el derecho a que sea oído al saber
escucharles. También sé que después de formularles alguna preguntas sobre lo
bien o mal que han guardado la ley de Dios –o aún su propio punto de vista
sobre lo bueno y lo malo- frecuentemente callan por lo que les dicta su
conciencia y por lo tanto están en mejor disposición a seguir escuchando.
En algunas
ocasiones solía tratar de convencer a la gente que sus vidas estarían mejor con
Jesús, pero me sentía como un vendedor de autos usados en todo el proceso.
Estaba “tirando mis perlas a los cerdos” tratando de convencerles sobre la
necesidad de algo que ellos ni siquiera querían. Ahora, la ley conduce a la
gracia, y es un maravilloso privilegio compartir las buenas noticias de Jesús
con corazones hambrientos de recibirlas. La mayoría de la gente agradece la
conversación no importando como se encuentran espiritualmente, o si es un hijo
pródigo, un buscador, un nuevo creyente o aún aquellos que han avanzado en fe;
todos son beneficiados cuando plantamos la semilla de la verdad que Dios hará
crecer. Aunque hay que tener cuidado de no dar falsa seguridad de salvación, se
debe animar a los que desean arrepentirse y verbalmente confesar a Jesús como
su Salvador, y encausarlos a que lean las Escrituras para que estén seguros de
su salvación y que se reúnan con otros creyentes en una iglesia local.
¿QUE
HAY EN ÉL PARA MÍ?
¿Qué clase de pregunta es esta? Una muy buena ya que
existe una muy buena respuesta. Pablo, que lo sabía por experiencia, escribió:
“Pido a Dios que el compañerismo que
brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo mediante el reconocimiento de
todo lo bueno que compartimos” (Filemón 1:4-6 NVI).
Al igual que la ley es el "eslabón perdido" de
la evangelización moderna, creo que el evangelismo con iniciativa es el
“eslabón perdido” en la iglesia de hoy día. Aprender haciendo es lo que estaba
en el corazón de Jesús para sus programas de discipulado enviando a sus
discípulos en parejas. La adoración es más sincera cuando usted proclama
audazmente las mismas verdades a un mundo perdido. El estudio de la Biblia es
tomado en serio cuando se prepara para la guerra espiritual. El que ora lo llega
a hacer con fervor, cuando sabe que su oración debe conducir a la acción. El
compañerismo se vuelve amable entre los compañeros que están trabajando en una
misma misión. Su teología se pulirá en la medida en que sus presuposiciones
sean desafiadas.
RECURSOS
Si usted ha leído esto, debería preocuparse por alcanzar a
los perdidos, ¿le gustaría hacer algo al respecto? Puede sonar aterrador y
abrumador pero después de fijarme una meta y ser testigo todos los días de los
acontecimientos ocurridos, puedo decir esto: será fácil en la medida en que lo
ponga en práctica. Le propongo dos excelentes recursos evangelísticos acerca de
la “ley y gracia” con los que puede iniciar:
“Una cosa que usted no podrá hacer en
el cielo” por Mark Cahill
La forma del maestro” por Ray Comfort
Usted también
puede beneficiarse de la lectura de relatos de mis propias conversaciones
evangelísticas y los consejos prácticos que he aprendido en:
¡Bendiciones!! Jeff Reiman
New Life
Bridgeport
1 comment:
Gracias Jeff por esto y gracias a Eduardo por la traducción.
Dios te siga bendiciendo en este camino de animar a otros para que tengamos el valor de dar las buenas nuevas con todo lo que están implican (para quienes las reciben y para los que no las reciben).
Att. Luis Landarte / Nueva Vida Querétaro, México.
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